Panico en el baño

Pensaba, cualquiera sabe por que, en una frase que leí alguna vez en algún libro, o dion sabe donde.
Calma chicha, era la frase de marras, y entonces sin previo aviso se me apagó la luz. No pasa nada cuando te la cortan en algún sitio familiar en los que sabes donde están los interruptores, llaves, clavijas o llámenlo como quieran.
Pero allí estaba yo, en un cuarto de baño nada conocido. Sentada en el vater y con la luz apagada.
Lo primero se llama; no pierdas la calma chuli y de apellido, súbete las bragas chuli.

Normalmente al ratillo de estar a oscuras, los ojos empiezan a acostumbrarse y empiezas a ver una especie de sombras que te guían o al menos te dan pistas.
Pero claro, eso será cuando a otro-otra se le va la luz, por que yo me meto en la oscuridad más negra de todas las oscuridades que he visto, o en este caso no veo, oyoquesé, que me lío.
Levanto un poco las manos hacia el frente y no toco nada. En ese momento noto algo que me roza la pantorrilla, doy un paso hacia atrás, y me giro rápido. Respiro, un dos, un dos, vuelvo a dar otro paso hacia delante (este más pequeño) y me toco las piernas, ¡uff¡, la falda y la falta de costumbre a sus roces, claro.
Ahora no tengo ni puta idea si estoy mirando hacia la puerta, o hacia atrás, al levante o al poniente, o no lo se.
Extiendo otra vez los brazos y hago un circulo a mi alrededor, nada..
Coño que no recordaba que el cuarto de baño fuera tan grande.
Venga chulilla, que tú tienes dos piernas articuladas, muévelas aunque sea a pasitos chiquitos para no chocarte, caerte, romper ni romperte nada.
Un pasito, otro pasito, extiendo las manos y de repente, a mala leche y con alevosía, mi mala memoria sale de su huelga, y decide que va a ser memoria fotográfica, y empieza a pasarme con banda sonora incluida, todos los fotogramas de todas las escenas, de todas las pelis de miedo que he visto en todita mi vida, monstruos navajeros, espíritus violadores y niños con los ojos revueltos.
Y yo que me sentía en estado de “calma chicha”, ¡ y una mierda ¡.
Cuando he andado lo que me parecen kilómetros y kilómetros de cuarto de baño en línea recta sin tocar la pared, decido girarme a la izquierda y dar un par de pasos grandes en esa dirección. Así como leéis, con un par de cojones.
Y así también como imagináis, me choco con la pared y me doblo un dedo.
Al menos he encontrado la pared, ya solo necesito ir recorriéndola hasta que encuentre la puerta.
Voy andando despacito, noto el sudor en las manos y el corazón en la garganta. Me apoyo en la pared que en ese momento decide convertirse en cortina de bañera.
Me transformo en bailarina ballena y hago malabarismos para no caerme y no me caigo. Maldigo en arameo, sip, yo maldigo en cualquier idioma que ya esté muerto.
Y otra vez mi subsconciente relaciona “idioma muerto” con un muerto de película, y me cago en to, pero esta vez lo hago en andalú, algo así; mecagoento lomuertos´la puta cortina de los cohones.
Cuando me tranquilizo, recuerdo que soy fumadora, y que tengo que tené un mechero en alguna parte, me hecho mano al culo, weno a los bolsillos del pantalón, y mecagontó que llevo falda, y a ve donde coño tiré el bolso.
Me siento cada vez más agobiada, agotada, sudada, desquiciada y jartada.
Y valga la redundancia, me siento en el filo de la bañera, casi con un nudo en la garganta, a puntito de ponerme a llorar y acordándome de mi mami.
Y de golpe se escucha, POM; POM, se abre la puerta de un portazo y se enciende la luz.
-Quuillaaa que llevas media hora en el baño. ¿Ta pasao algo?
Y yo medio llorando digo: - La luz, q-que s-se ha i-ido la lú.
¿Qué dices shalá? ¿No ves que está apagada? Aligérate que tienes cola.

-¿E-enn?

Seré pava, el bolso lo había colgado en el gancho que hay encima del pilotito de la luz.
Miro a mí alrededor. ¿Cinco metros cuadrados? Que vaaa, menos.
Me siento como una idiota. Me lavo la cara como una tonta y me seco los colores.
Escucho algunas risas fuera, pobres se ríen de cualquier tontería.
Me miro al espejo y justo en ese momento, se vuelve a apagar la luz…