Goteras

Anticipandome a la primavera

Y tan perfecto como su cuerpo, la naturaleza revive, las flores se abren, los pajarillos me cantan al oído y por fin vuelve la esperanza.
Así acabaría un romántico escritor, su novela de amor, mientras apoya la espalda contra un cerezo en flor, inspirado por la sonrisa de una rubia de pechos prominentes que lo llama con gestos sensuales, y ella, ligera mariposilla se sumerge en las cálidas aguas de ese rió, en un paisaje postaleño, salpicando la cara del amado con gotitas de luz....

Pero yo, qué me encuentro en la oficina trabajando y las únicas aguas que me salpican la cara, son las de la gotera que hay justamente a mi derecha, y que mi jefe dice que no tiene importancia e intuyo qué a este paso un dia saldré en la prensa pero en los sucesos: Mujer Bella muere en inundación.
Y no creo que el amor de mi vida, contagiado de mi anticipado espíritu primaveral se acerque a mi con un ramo de rosas rojas , (el cual yo le tiraría a la cara; primero por imbecil y segundo por re-imbecil,) venga a salvarme de esta inundación y me lleve bajo un manzano para darme la merienda, o al menos un cafelito caliente. Llegada a este punto cambiaria las rosas por unas botas de agua y un frenadol.

Claro que yo no tengo nada qué ver con la esbeltez de la amada del poeta, tres kilos de calnes que la navidad han añadido a otros tantos qué me sobran, hace que parezca un chorizo criollo, embutida en mis vaqueros, camiseta apretada y zapatos chorreando.
Después de todo eso, y más, yo, al igual que el poeta me asusto ante la belleza de las flores, y empiezo a estornudar.