Una de confesiones.

Confieso. No me he tirado todo el fin de semana haciendo estudios antropológicos sobre las relaciones sociales. Confieso también, que mentí en el test de personalidad, por eso tantos fans. Me confieso, e pecao

La Verdad: . Cuidando pollos. Exacto, pollos, o más bien pollitos. Resulta que en mi casa, aparte de algún que otro hobby maligno e insano inculcado desde la niñez y que no me apetece contar, por lo de ponerme colorada, tenemos una incubadora.
Para los profanos en la materia, diré que dicha incubadora sirve para meter huevos y como su nombre indica incubarlos, o para que la gente de ciudad lo entienda, a falta del calor del culo, calor del tubo.
A los pollitos les tocaba nacer justo este fin de semana. Mi madre cuenta los días y lo hace coincidir para que ella no esté. En realidad no hay mucho misterio en el proceso. El huevo se rompe y sale un pollito, cuando está medio afónico de tanto piar, coges el pollo, le abres el pico y le metes a la fuerza un granito de pimienta, le cierras el pico hasta que se lo trague, después lo metes en una caja con una bombilla encendida, paja, comida y agua.
Dicho así parece fácil. Pero en ésta camada de pollitos han nacido algunos más “ débiles ” de lo normal. Lo sensato seria dejar que la naturaleza siguiera su curso, es decir, que los pollitos más fuertes liquidaran a base de picotazos y de no dejar de comer a los pollitos encanijaos.
Pero heme a mi allí, con tres pollitos encanijaos, con la pena agarrándome de las orejas y pensando...A la mierda la puta ley de la selva.
Primero: Hay que darles de comer de uno en uno y con mucha paciencia tengo que ir metiéndole granitos de comida en el gaznate, mama pollita mastica el pienso y se lo escupe en el pico, después hay que darles agua. Como mamá gallina no es capaz de echarles un buchito de agua con el boca a boca tiene que recurrir a la jeringuilla de las medicinas de mi nana. Así cada hora con los tres pollitos.
El problema: A los demás pollitos no le parece bien que me salte la regla de la naturaleza, y mis pobres tres encanijaos reciben picotazos en cuanto los meto en la caja
La solución: Coger a los pollitos y darles calor cuerpo a cuerpo. Y así con los pollitos metios en el escote me he pasado el fin de semana. Cualquiera que no me conozca pensaría –Vaya suerte de pollitos. Cualquiera que me conozca sabrá la desgracia de los pobres animales.
Al final: No se ha muerto ninguno, es más ahora son los chulos de la caja, (amos, les he estado dando solomillo masticado y pan migao en leche calentita) y ahora me alegro de haber roto una de esas leyes de la naturaleza.
Como resultado: Estoy criando a un monstruo. Mi nana hablaba el otro día con una amiga suya, y le explicaba las costumbres de la casa:
-Mira Mariquilla, decia, - en realidad no te puedes encariñar con los pollitos, nosotros les damos de comer y cuando se hacen grandes les quitamos los huevos y nos los comemeos fritos, después de mucho tiempo a los pollos se les caen las plumas del culo y entonces va mi agüela y les corta el cuello. Después los mete en una olla con agua, y cuando está todo blando, los corta en cachitos y hace unas croquetas que estan que te cagas.

En fin, mañana ponemos otra incubadora y yo volveré a sentirme Dios, es decir, escogeré los huevos que quizás se conviertan en pollitos y terminen en el escote.
El resto, los que no tendran la oportunidad, los esperaré ansiosa hasta que acompañen a las patatas en su largo caminar hasta la sartén.